Josep Romero Josep Romero Author
Title: Ivanhoe y la madre que lo...
Author: Josep Romero
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Hablando de Alberto y de los riesgos del juego, y no hablo del póker, y del variado armamento con que se podía proveer un niño en los 60 sin...
Hablando de Alberto y de los riesgos del juego, y no hablo del póker, y del variado armamento con que se podía proveer un niño en los 60 sin que nadie reparara en él, esta fue buena: Supongo que era la época de sábados tarde Disneylandia y de películas como Ivanhoe, Quintín Duward y similares. El caso es que allí nos encontrábamos, en pleno Torneo medieval. Alberto y yo, en el segundo jardín de la casa de la carretera de St Miquel del Fay. Honrosamente pertrechados con escudos de cartón -eso sí, debidamente decorados a bolígrafo con nuestras armas- y de unas ramas de níspero bien afiladas, nos recuerdo situados uno a cada lado del jardín. Creo recordar que el sol golpeaba contra mi yelmo (o quizás no, contra mi entrecejo), pero no me vale la excusa, porque obviamente íbamos cambiando de lado. Nótese, ya que es crítico, el origen de las precarias lanzas. Como todo el mundo sabe, la rama del níspero dista de ser como el tronco de un olmo, para entendernos. Se enrosca y retuerce siempre de alguna forma, de modo que no hay manera de hacer de ella una lanza toledana (o eran las espadas?). Vamos, que con semejante lanza, justo la que nunca utilizaría un francotirador de lanzas, las probabilidades eran:
30% sacarse un ojo
15% hacer un agujero para el pendiente al oponente
55% hacerse pupa de algún otro modo

Y sí, así fue. Ibamos por la vigesimoquinta carga cuando creo que le grité:
- Fate Infiel!!!! Sucumbe a mi lanza!!!!
Este último grito se prologó con un intimidador "....anzaaaaaaaaaaaaa"
hasta que quedó cortado al clavárseme el pedazo de níspero afilado en la garganta
La cosa no pasó a más. A la mesa de la cocina. Operación "in situ". Alteración general del orden (sic) público. Bronca paterna correspondiente acompañada de un "Y si alguno estira la pata, angelitos al cielo"
Al cabo de 3 meses, en misa, me salió del fondo de la boca, de allí por donde caen las muelas del juicio, una astilla como media pinza de tender. Caí al suelo como una plancha.

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